Comando Megafón anduvo entre laburo y laburo rememorando en su soledad que setiembre - a pesar de la primavera- es un mes jodido: el asesino y gorila 16 de setiembre de 1955, el golpe de estado de la fusiladora. En la noche entre el 15 y 16 de setiembre de 1976 en La Plata, cuando los militares de la dictadura se llevaron a diez pibes estudiantes de la secundaria, los torturaron y los asesinaron, cuatro sobrevivieron. Y el 16 de setiembre de 1976, en La Plata, fue visto con vida por última vez el cumpa Bocha Plaza. Sobre él hay pequeños relatos fragmentados, intentos de componer con ellos un rompecabezas que hasta hoy le faltan infinidad de piezas. No sólo Bocha, no sólo los pibes, son los 30.000 compañeros y compañeras que no están presentes en nuestras pequeñas batallas. Y ese es el destino al que nos arrojaron, la permanente rememoración que "no es sino morir muchas veces" dijo Teresa de Ávila. Hoy el Comando Megafón sintió una gran alegría acompañada de una tristeza chiquita que viene masticando: se encontró con su amigo y compañero Bocha, el que una vez le salvó la vida, en el blog de los CANICHES DE PERON. Volvió a leer lo que había escrito para publicar en Pg12 y ahora va a tirar la poesía de Hamlet Lima Quintana completa para compartirla con los cumpas, porque dijo Juan Gelman que " ahí está la poesía de pie contra la muerte", y esta poesía me recordó a Bocha y el perfume de los tilos:
Hay hombres que caminan por las calles
con un sol en la frente, un diamante de luz,
con hambre de otra vida, con aire de combate,
hay hombres que se sientan a la mesa
y reparten su pan con gusto solidario.
Hay hombres que despiertan y sonríen
mientras dicen: hoy es el día.
Dan la mano como un acto de fiesta,
saludan como cantando un himno.
Hay hombres que de noche tienen sueños justos,
destierran ángeles corruptos
y al despertar, para salvar la tribu
van presurosos a sus puestos de lucha.
Esos que son así, como usted, son los hombres libres.
Además el Comando Megafón quiere compartir con los cumpas estos párrafos, porque le gustan y vienen a cuento:
Para San Agustín, la memoria es un santuario vasto, sin límite, en el que se llama a los recuerdos que a uno se le antojan. Pero hay recuerdos que no necesitan ser llamados y siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados que las dictaduras militares desaparecieron. Pesan en el interior de cada familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo, alimentan preguntas incesantes: ¿cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces.
Enterrar a sus muertos es una ley no escrita, dice Antígona, una ley fija siempre, inmutable, que no es una ley de hoy sino una ley eterna que nadie sabe cuándo comenzó a regir. “¡Iba yo a pisotear esas leyes venerables, impuestas por los dioses, ante la antojadiza voluntad de un hombre, fuera el que fuera!”, exclama. Así habla de y con los familiares de desaparecidos bajo las dictaduras militares que devastaron nuestros países. Y los hombres no han logrado aún lo que Medea pedía: curar el infortunio con el canto.
Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria. Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia. Sólo así es posible el olvido verdadero. La memoria es memoria si es presente y así como Don Quijote limpiaba sus armas, hay que limpiar el pasado para que entre en su pasado. Y sospecho que no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, en realidad quieren la destitución de su pasado en particular.
Párrafos del discurso de Juan Gelman cuando le entregaron el premio Cervantes.
Así como Antígona, el Comando Megafón siente que sólo enterrando a nuestros muertos llegará la paz a nuestros corazones.
Chau Cumpas. ¡Viva Perón Carajo! porque tenemos que ganar la Madre de Todas las Batallas, se viene dura la pelea pero vamos a ganar contra toda la traición.