viernes, 21 de diciembre de 2012

NO FUIMOS HEROES

En un día en el que sucedieron movidas promovidas por los mafiosos de siempre, en un tiempo en que se acercan las Fiestas, habría que escribir sobre esos temas, se supone. El Comando Megafón se propone conversar sobre otra cuestión porque la agenda la decide el Comando, y considera que es más importante rendir homenaje a los Motokeros y a los compañeros caídos en defensa del lugar que les corresponde, del laburo merecido, de la dignidad preservada, de la libertad.



A la memoria de Gastón Riva
Al viejo Martín, a Ernesto II, a Freddy





Teníamos hambre y algo de miedo de ver a nuestras familias envueltas en la más profunda de las miserias.

Las cotidianeidades de aquellos días se asemejaban a realidades de países distantes, de esos con los que algunos argentinos se burlan constantemente y prefieren no compararse.

El sistema nos había escupido lo suficientemente fuerte, nos había dejado tirados, revolviendo en sus desperdicios para ver si encontrábamos la dignidad que nos había arrebatado.

Nosotros, que asumíamos el desprecio de los poderosos, comenzábamos a fabricar la herramienta colectiva que nos permitiera hacerle frente a la explotación de los patrones y la soberbia de aquel modelo excluyente.

Una porción importante de la sociedad entendía que nuestro trabajo no merecía el más mínimo de los respetos: nosotros éramos los únicos responsables de la marginalidad, de haber tenido hijos sin que económicamente pudiéramos darnos el lujo de tenerlos, de no haber terminado el secundario o ni haberlo empezado siquiera. Nosotros apenas si éramos los violentos que se enfrentaban a la autoridad cuando los policías venían a secuestrarnos la motocicleta, ya que (por supuesto) nosotros éramos culpables de los repuestos que no teníamos para comprar, y del seguro que no podíamos pagar.

Así de dura era la realidad a la que le poníamos el pecho cuando decidimos armar el S.I.Me.Ca.: con volantes hechos a puño y letra, o “diseños” que desautorizaban al arte digital; con motos que se caían a pedazos y motoqueros que si llovía llegaban empapados a la asambleas; porque comprarse un buen traje de lluvia implicaba no llevar a casa unos cuantos litros de leche y el paquete de pañal. 

Nosotros sabíamos que el sistema nos meaba constantemente, aunque el diario Clarín dijera que los títeres del gobierno estaban haciendo los esfuerzos necesarios para paliar el temporal. 
Lo que todavía no teníamos muy en claro era como y cuando la bomba iba a estallar, pero por las dudas, comenzamos a juntarnos con quienes, al igual que nosotros, venían cuidando que no se les humedeciera la mecha. 

19 y 20 de Diciembre de 2001

Estábamos repartiendo la miseria para comer algo.
Nos habíamos visto en la obligación de formar una cooperativa de mensajeros porque cuando arrancamos con el Sindicato, los agencieros nos habían echado a la mierda (lo que a alguno de nosotros nos costo un quilombo importante en casa: el neoliberalismo había calado muy hondo y, por muy justa que fuera la causa, era terrorífico quedarse sin trabajo)
Cada vez éramos más y la “coope” no daba abasto, por eso aquello de que nos estábamos repartiendo la miseria para comer algo.

En ese entonces ni lugar teníamos, funcionábamos en el local de H.I.J.O.S., en las intersecciones de Venezuela y Piedras. Allí estaba nuestra compañera telefonista (primero fue “la pepa” y después “la rusa”) que también integraba el S.I.Me.Ca. y los que mientras esperábamos que saliera algún viajecito, discutíamos la coyuntura nacional en general, y la de nuestro gremio puntualmente.
Fue en ese mismo lugar en que nos enteramos de que el bastardo había decretado el Estado de Sitio. 

Nosotros, que arrastrábamos la amarga sensación de que la oportunidad de reunirnos y movernos libremente era lo único que no había logrado arrebatarnos este modelo económico, de ningún modo íbamos a quedarnos quietos, como moribundos que esperan el tiro de gracia que los saque de este mundo de sufrimiento.

Enseguida nos empezamos a llamar vía Handy y de a poco, a medida que nos sacábamos de encima los tramites, fuimos cayendo al local.

En unas horas entramos en estado de Asamblea permanente, conjuntamente con los pibes de H.I.J.O.S. y los de la Mesa de Escrache, escuchando en forma constante el sonido de la impotencia de la gente, que golpeaba cacerolas, semáforos o lo que tuviera enfrente. 
Alguien se presento diciendo que la CTA mandaba a quedarse en las bases y no movilizar; nos miramos y enseguida supimos que íbamos a desautorizar a esos dirigentes: nosotros somos de la calle y somos del pueblo así que a la mierda con la cobardía ajena.

En eso estábamos prendiendo fuego a los tachos de basura de la esquina, tocando la bocina a mas no poder (que igual eran unas bocinas de mierda porque las baterías estaban cocinadas) hasta que arrancamos las motos y comenzamos a dar vueltas.

Sin percatarnos del todo del momento histórico que vivíamos, vimos (quizá por primera vez en la vida de muchos) al héroe del que nos hablara Oesterheld en El Eternauta; y supimos que nosotros (tratados como delincuentes por este narigueteado sistema) teníamos la obligación de formar parte de la Rebelión Popular: tantos años de sufrir el hostigamiento de parte de la yuta nos habían enseñado a no mostrarles miedo, ademas de conocer cuales eran sus puntos débiles en el microcentro.

Hoy, con el triste saldo de Gastón (de nuestro Compañero Gastón Riva asesinado por las balas radicales el 20 de Diciembre de 2001) podemos decir que no fuimos héroes, que apenas si hicimos lo que teníamos que hacer, lo que nos nació de las convicciones y los genitales. 

Hoy podemos mirar a la cara a nuestros hijos e hijas y decirles que no fuimos héroes, pero con orgullo afirmarles que, en cambio, formamos parte del héroe, incansable e invencible, que es el GRAN PUEBLO ARGENTINO.

Sebastian Giannetti
Motokeros Trabajadores Argentinos
Agrupación Norma Arrostito 



Significado de las siglas: 
S.I.Me.Ca. (Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes)
H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad, la Justicia contra el Olvido y el Silencio) 
CTA (Central de Trabajadores de Argentina)