A la memoria de Gastón Riva
Al viejo Martín, a Ernesto II, a Freddy
Teníamos hambre y algo de miedo de ver a nuestras
familias envueltas en la más profunda de las miserias.
Las cotidianeidades de aquellos días se asemejaban a realidades de países
distantes, de esos con los que algunos argentinos se burlan constantemente y prefieren
no compararse.
El sistema nos había escupido lo suficientemente fuerte, nos había dejado
tirados, revolviendo en sus desperdicios para ver si encontrábamos la
dignidad que nos había arrebatado.
Nosotros, que asumíamos el desprecio de los poderosos, comenzábamos a fabricar
la herramienta colectiva que nos permitiera hacerle frente a la explotación de
los patrones y la soberbia de aquel modelo excluyente.
Una porción importante de la sociedad entendía que nuestro trabajo no merecía
el más mínimo de los respetos: nosotros éramos los únicos responsables de la
marginalidad, de haber tenido hijos sin que económicamente pudiéramos darnos el
lujo de tenerlos, de no haber terminado el secundario o ni haberlo empezado
siquiera. Nosotros apenas si éramos los violentos que se enfrentaban a la
autoridad cuando los policías venían a secuestrarnos la motocicleta, ya que
(por supuesto) nosotros éramos culpables de los repuestos que no teníamos para
comprar, y del seguro que no podíamos pagar.
Así de dura era la realidad a la que le poníamos el pecho cuando decidimos
armar el S.I.Me.Ca.: con volantes hechos a puño y letra, o “diseños” que
desautorizaban al arte digital; con motos que se caían a pedazos y motoqueros
que si llovía llegaban empapados a la asambleas; porque comprarse un buen traje
de lluvia implicaba no llevar a casa unos cuantos litros de leche y el paquete
de pañal.
Nosotros sabíamos que el sistema nos meaba constantemente, aunque el diario
Clarín dijera que los títeres del gobierno estaban haciendo los esfuerzos
necesarios para paliar el temporal.
Lo que todavía no teníamos muy en claro era como y cuando la bomba iba a estallar, pero por las dudas, comenzamos a juntarnos con quienes, al igual que nosotros, venían cuidando que no se les humedeciera la mecha.
19 y 20 de Diciembre de 2001
Estábamos repartiendo la miseria para comer algo.
Nos habíamos visto en la obligación de formar una cooperativa de mensajeros porque cuando arrancamos con el Sindicato, los agencieros nos habían echado a la mierda (lo que a alguno de nosotros nos costo un quilombo importante en casa: el neoliberalismo había calado muy hondo y, por muy justa que fuera la causa, era terrorífico quedarse sin trabajo)
Cada vez éramos más y la “coope” no daba abasto, por eso aquello de que nos estábamos repartiendo la miseria para comer algo.
Lo que todavía no teníamos muy en claro era como y cuando la bomba iba a estallar, pero por las dudas, comenzamos a juntarnos con quienes, al igual que nosotros, venían cuidando que no se les humedeciera la mecha.
19 y 20 de Diciembre de 2001
Estábamos repartiendo la miseria para comer algo.
Nos habíamos visto en la obligación de formar una cooperativa de mensajeros porque cuando arrancamos con el Sindicato, los agencieros nos habían echado a la mierda (lo que a alguno de nosotros nos costo un quilombo importante en casa: el neoliberalismo había calado muy hondo y, por muy justa que fuera la causa, era terrorífico quedarse sin trabajo)
Cada vez éramos más y la “coope” no daba abasto, por eso aquello de que nos estábamos repartiendo la miseria para comer algo.
En ese entonces ni lugar teníamos, funcionábamos en el local de H.I.J.O.S., en
las intersecciones de Venezuela y Piedras. Allí estaba nuestra compañera
telefonista (primero fue “la pepa” y después “la rusa”) que también integraba
el S.I.Me.Ca. y los que mientras esperábamos que saliera algún viajecito,
discutíamos la coyuntura nacional en general, y la de nuestro gremio
puntualmente.
Fue en ese mismo lugar en que nos enteramos de que el bastardo había decretado el Estado de Sitio.
Fue en ese mismo lugar en que nos enteramos de que el bastardo había decretado el Estado de Sitio.
Nosotros, que arrastrábamos la amarga sensación de que la oportunidad de
reunirnos y movernos libremente era lo único que no había logrado arrebatarnos
este modelo económico, de ningún modo íbamos a quedarnos quietos, como moribundos
que esperan el tiro de gracia que los saque de este mundo de sufrimiento.
Enseguida nos empezamos a llamar vía Handy y de a poco, a medida que nos
sacábamos de encima los tramites, fuimos cayendo al local.
En unas horas entramos en estado de Asamblea permanente, conjuntamente con los
pibes de H.I.J.O.S. y los de la Mesa de Escrache, escuchando en forma constante
el sonido de la impotencia de la gente, que golpeaba cacerolas, semáforos o lo
que tuviera enfrente.
Alguien se presento diciendo que la CTA mandaba a quedarse en las bases y no movilizar; nos miramos y enseguida supimos que íbamos a desautorizar a esos dirigentes: nosotros somos de la calle y somos del pueblo así que a la mierda con la cobardía ajena.
Alguien se presento diciendo que la CTA mandaba a quedarse en las bases y no movilizar; nos miramos y enseguida supimos que íbamos a desautorizar a esos dirigentes: nosotros somos de la calle y somos del pueblo así que a la mierda con la cobardía ajena.
En eso estábamos prendiendo fuego a los tachos de basura de la esquina, tocando
la bocina a mas no poder (que igual eran unas bocinas de mierda porque las
baterías estaban cocinadas) hasta que arrancamos las motos y comenzamos a dar
vueltas.
Sin percatarnos del todo del momento histórico que vivíamos, vimos (quizá por
primera vez en la vida de muchos) al héroe del que nos hablara Oesterheld en El
Eternauta; y supimos que nosotros (tratados como delincuentes por este
narigueteado sistema) teníamos la obligación de formar parte de la Rebelión Popular:
tantos años de sufrir el hostigamiento de parte de la yuta nos habían enseñado
a no mostrarles miedo, ademas de conocer cuales eran sus puntos débiles en el
microcentro.
Hoy, con el triste saldo de Gastón (de nuestro Compañero Gastón Riva asesinado
por las balas radicales el 20 de Diciembre de 2001) podemos decir que no fuimos
héroes, que apenas si hicimos lo que teníamos que hacer, lo que nos nació de
las convicciones y los genitales.
Hoy podemos mirar a la cara a nuestros hijos e hijas y decirles que no fuimos
héroes, pero con orgullo afirmarles que, en cambio, formamos parte del héroe,
incansable e invencible, que es el GRAN PUEBLO ARGENTINO.
Sebastian Giannetti
Motokeros Trabajadores Argentinos
Agrupación Norma Arrostito
Significado de las siglas:
S.I.Me.Ca. (Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes)
H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad, la Justicia contra el Olvido y el Silencio) CTA (Central de Trabajadores de Argentina)
Sebastian Giannetti
Motokeros Trabajadores Argentinos
Agrupación Norma Arrostito
Significado de las siglas:
S.I.Me.Ca. (Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes)
H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad, la Justicia contra el Olvido y el Silencio) CTA (Central de Trabajadores de Argentina)
3 comentarios:
Unos genios los motokeros, ojalá todos los sindicatos fueran así.
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